La cultura del reciclaje y el comercio justo se unen a la tradición indígena del tejido y los colores fuertes en un proyecto que saca la materia prima de la basura.Más de doscientas sesenta mujeres de cuatro de las aldeas más pobres de Santa Cruz la Laguna:
Jaibalito, Tzununá, Pajomel y Chuitzanchol, han comenzado a ganar algunos ingresos extras a través de los empaques desechables de ricitos, tortrix, boquitas Diana, Sabritas, etc que por medio de un sencillo pero estudiado, corte y doblez, se van trenzando para producir un material atractivo por sus colores, durabilidad y sobre todo por lo que representan: la posibilidad de sacar materia prima de lo que muchos consideran basura y por lo tanto desechan.Y esa fue la idea que traía la belga Nathalie Verwilghen cuando cambió su domicilio en Nueva York para ir a vivir Jaibalito una aldea con una población de apenas treinta familias o 200 personas, en las márgenes del lago de Atitlán. Desde ese momento, en el 2003 ella comenzó a experimentar con empaques metálicos a partir de una primera búsqueda en Internet sobre los métodos para reciclar este tipo de basura. Encontró algo de información y comenzó a experimentar con las mujeres. “Yo quería demostrar que la basura vale dinero, y que podemos hacer arte ayudando a limpiar el lago” comenta mientras recuerda que al principio usaban los empaques rotos y sucios, pero poco a poco fueron encontrando la medida adecuada y la técnica para hacer del trenzado algo perdurable para realizar objetos de calidad.Hoy en día, Natalia tiene una línea de productos que vende bajo la marca de Waste Weavers y que incluye bolsas para celular, Ipod, cinchos, aretes, pulseras, zapatos y hasta corsés. Los diseños son sólo de ella pero no descarta la posibilidad de trabajar con estudiantes de diseño o con artistas guatemaltecos o extranjeros que deseen utilizar esa técnica y material para crear obras de arte que puedan ser reproducidas por las mujeres de lugar y vendidas a un precio justo.Por una tira de papel metálico trenzado del largo de un metro, Natalia le paga Q6 a las mujeres. Pero no le compra a todas las que le lleven, si no solamente a las que participan en las capacitaciones y pláticas en higiene, nutrición y salud que imparte de parte de la Secretaría de Obras Sociales de la Esposa del Presidente pues no se trata de que consuman mas chucherías, sino que aprovechen un recurso que no les cuesta dinero.Verwilghen considera que este tipo de proyectos son ideales en regiones pobres pues no se necesita mayor inversión para hacer algo artístico y la materia prima abunda. “A ellas les encanta participar en este proyecto pues implica dos elementos conocidos en su cultura como son los colores fuertes y el tejido” comenta mientras enseña los acabados finales de los nuevos productos que tiene a la venta en las tres tiendas que ofrecen sus productos en Panajachel.Por el momento el estudio y taller Waste Weavers se mantiene a base de donaciones de parientes de Natalia, pero ella no duda que muy pronto se mantendrá por las ganancias de la venta de estos productos ya que considera que sobretodo en Estados Unidos y Europa existen muchos potenciales consumidores de este producto que no solo es ecológico si no que busca el comercio justo. Tampoco descarta mas adelante vender mercado internacional líneas de un metro de basura trenzada para que artistas de otros países puedan trabajar con acabados ecológicos.Parte de este proyecto incluye la creación y mantenimiento de la Estación de Tren y
el Hospitalito, lugares que buscan llenar de los vacíos en salud y ocio que viven los kaqchiqueles de Atitlán. Lucia Escobar